sábado, 13 de octubre de 2012

ADMINISTRACIÓN


La vida cristiana significa la entrega de nosotros mismos y la aceptación de Jesús como Salvador. Cuando entendemos que Jesús se entregó así mismo por nosotros, le decimos: “¿Qué puedo hacer yo por ti?”

A medida que descubrimos nuevos aspectos de nuestras vidas que necesitamos entregar a Dios, nuestra entrega se profundiza. Y así continúa la vida a través de una serie de repetidas entregas a Jesús, las cuales se profundizan cada vez más en nuestro ser, nuestro estilo de vida, la manera cómo actuamos y reaccionamos. Una vez que entregamos todo lo que somos y lo que tenemos a Dios, Él lo acepta y nos lo vuelve a entregar, haciéndonos administradores de todo: tiempo, oportunidades, capacidades, y en los recursos de la tierra.




Reconocemos que Dios es el dueño, al rendir fiel servicio tanto a él como a nuestros semejantes pues es un privilegio que Dios nos concede para ayudarnos a crecer en amor y obtener la victoria sobre el egoísmo y la codicia alegrándonos de las bendiciones que otros reciben como resultado de su administración y fidelidad.

En la creación, Dios compartió con la humanidad sus posesiones, y continúa siendo el verdadero dueño del mundo, sus habitantes y lo que contiene. Ahora, le encarga a su pueblo que sirvan como administradores de sus posesiones hasta que todos canten a una sola voz tal como lo expresó el salmista:

“Del Señor es la tierra y su plenitud,
el mundo y los que habitan en él”.
                                                   Salmos 24:1

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